Crónica de mis primeros 100 Km

Cuando hice mi primer Maratón pensé que ese sería el reto más importante al que me enfrentaría...claro no tenía referencias de la prueba 100km en 24 horas.

Todo empezó un día cuando mi amiga Cristina decide que va a hacer esta prueba y yo sin más, me apunto a hacerla también, no sabía dónde me metía ni a qué prueba me enfrentaría...ya que, como bien dicen sus organizadores, no es una carrera, es una prueba de resistencia; ahora entiendo lo que significa...

En fin, tras muchos días de entrenamiento duros, lluviosos y largos, muy largos, por fin llega el día tan esperado, el 19 de junio. No me encontraba demasiado nerviosa, nada que ver con mi primer Maratón...
Pero antes de comenzar esta crónica quisiera agradecer a todos lo que han aportado su granito de arena para que yo pudiera embarcarme en esta aventura que son los 100 km: El primero, a mi marido, sin su apoyo como siempre,no hubiera sido tan fácil entrenar y realizar esta aventura. A mi compañero Jose Mari, por acompañarnos en los entrenamiento y por hacernos esa agenda tan exacta del horario que llevaríamos durante el recorrido, por sus consejos... A Teo, nuestro fiel compañero, qué fáciles fueron los primeros 50km en su compañía. A Penélope y a Javi, que estuvieron en el Km 35 dándonos su apoyo moral. A mi cuñado que me acompañó junto con mi marido los últimos 11 km, unos de los más difíciles y duros.... A Manolo y Sara que nos acompañaron también los últimos metros hasta la meta. Bueno, a toda la gente que me animó de alguna manera, por teléfono, en pensamiento...(Juan, Maya, mi hermano, mi madre, mi cuñada, en fin todos los que de alguna forma estuvieron ahí para darme su apoyo)
Salimos de Leganés hacia Colmenar, Cristina, Sonia, Teo y yo, acompañados de Francisco que nos llevó hasta allí y donde llegamos hacia las 10:00 horas, todo se mueve en un ambiente tranquilo, la gente va más pausada, sin el estrés que suele haber en las carreras, es algo que me llamó mucho la atención. Dejamos cada mochila en el camión correspondiente, nos hacemos algunas fotos y nos vamos acercando tranquilamente a la zona de salida. Suena el pistoletazo y todo el mundo comienza a andar, tranquilamente, charlando por Colmenar hasta dejar atrás la ciudad y adentrarnos en la ruta campestre.
Las tres, Cristina, Sonia y yo, seguimos al pie de la letra las instrucciones de Teo, quien nos dirigió durante los primeros 50 km. La marcha se va haciendo cada vez más agradable, el pelotón de atletas de la salida se va estirando y se comienza a marchar mejor. Nos dirigimos hacia Manzanares para volver de nuevo a Colmenar entre risas, chistes y algún que otro consejo, y entre un paisaje precioso y un campo con un colorido especial, parece que la Naturaleza nos da la bienvenida a nuestro paso... Cada 5 kilómetros nos encontramos con un puesto de avituallamiento con agua, barritas energéticas, zumos... la verdad, no nos faltó de nada, toda la comida que llevábamos preparada no la pudimos consumir porque era demasiada, yo creo que no he comido tanto en mi vida.. !qué empacho de barritas!... creo que no las volveré a aprobar.

Por fin a las 18:00 horas llegamos de vuelta a Colmenar, Km 35, donde nos están esperando Penélope y Javi, qué alegría verlos, nos acompañan al polideportivo, buscamos la secretaría para sellar el rutómetro y confirmar que seguimos la ruta indicada y acto seguido y sin perder tiempo, nos ponemos a comer algo de pasta y a asearnos un poco. Siguiendo las instrucciones de Teo, no debemos perder más tiempo, debemos seguir el camino. Nos despedimos de mis compañeros y los cuatro avanzamos hacia nuestra nueva etapa: Tres Cantos.

Es un placer poder marchar en tan grata compañía, entre ese paisaje tan espléndido que se abre a nuestro paso. Faltando unos kilómetros para llegar a Tres Cantos nos encontramos a Manolo que ha salido a nuestro encuentro para acompañarnos. Todo va sobre ruedas, las piernas van respondiendo muy bien hasta que siento ese escozor tan característico en mis talones, no puede ser, otra vez están ahí las ampollas que me han ido persiguiendo durante todo el entrenamiento. Me decepciono un poco pensando en el sufrimiento que me espera....

En fin, a las 10 de la noche y con 50 kilómetros en nuestras piernas, llegamos a Tres Cantos, allí nos espera Francisco para saludarnos y ver cómo estamos. Lo primero sellar el rutómetro, a continuación nos aseamos, cenamos una ensalada de arroz y me dirijo a la enfermería para que me curen las ampollas.

Es la hora de separarnos, Sonia, nuestra compañera de fatigas, nos abandona y con ella Teo, nuestro mentor... quien nos da las últimas instrucciones para continuar la marcha: -No os paréis demasiado en los avituallamientos, no perdáis demasiado tiempo, la marcha tiene que continuar, procurad encontrar a algún grupo y acoplaros a él que la noche es dura. Y así lo hicimos, fuimos unas alumnas muy aplicadas y seguimos sus consejos al pie de la letra.

En la oscuridad de la noche, salimos de Tres Cantos rumbo a S. Sebastian de los R., pasando por el Salto del Lobo. Tan sólo oíamos nuestros pasos y el silencio de la noche. Poco a poco cogemos nuestro ritmo de marcha e intentamos dar alcance a una luces que vemos a lo lejos. Nos vamos acercando hasta encontrar a Manolo, un malagueño que se une a nuestro ritmo dándonos conversación y haciendo que me olvide del dolor tan horroroso que llevo en las ampollas. Qué bien, hemos encontrado compañía... Pero en una de las muchas cuestas que tenemos que subir, Manolo se queda atrás y le perdemos, otra vez solas en la oscuridad. Durante otro pequeño tramo encontramos a dos chicos que también dejamos atrás, volviéndonos a encontrar de nuevo solas. Vamos llegando a San Sebastián de los Reyes y como en el resto del recorrido, el avituallamiento cada 5km no falta, ahí estaban los voluntarios para indicarnos el camino o darnos bebida medio dormidos...

Por fin a las 2:00 de la madrugada llegamos a S.Sebastián de los R., aquello parecía un hospital de guerra, había gente tirada en el suelo por todas partes, unas durmiendo, otras siendo atendidas por los médicos, en fin había de todo. De nuevo sellamos el rutómetro y nos aseamos un poco, comemos algo y en 10 ó 15 minutos reanudamos la marcha. Como bien nos ha dicho nuestro compañero Teo no hay que pararse, hay que continuar, hay que seguir marchando y marchando.

Nuestro próximo destino, de nuevo Tres Cantos, donde llegamos a las 6:00 horas de la mañana. Son las peores cuatro horas que he pasado, nunca antes había soportado tanto dolor durante tanto tiempo. Debido a mis ampollas fue el tramo más duro del camino, creo que se mezcló la noche, ese silencio y esa oscuridad que te envuelve... se convirtió en una obsesión, dolor, oscuridad, soledad y silencio, así una y otra vez. El silencio fue nuestra única conversación en este recorrido hasta que por fin, llegando a Tres Cantos nos alcanzó Arturo, un amigo de Cristina, que llegó como llovido del cielo para romper ese silencio que nos hacía hasta daño.

Por fin entramos en el polideportivo, la oscuridad se acaba, por última vez sellamos el rutómetro y podemos asearnos y estirar un poco las piernas que ya van muy cargadas, llevan 88 km. En este momento llegan también mi marido y mi cuñado que se han prestado voluntarios para acompañarnos en la última etapa, lo últimos 11 km hasta llegar a la meta en Colmenar. Al verlos sólo pude llorar y llorar hasta descargar toda la tensión acumulada durante la noche.

En compañía estrenamos un nuevo día y reanudamos el camino hacia la meta. Ya no hay dolor, hay que continuar, sólo nos quedan 12 km para conseguirlo!!!

Faltando algunos metros vemos llegar a Manolo, a Sara y a Teo, nosotras seguimos con una fuerza increíble, ya no hay dolor, ni cuestas, no hay nada que nos pare. En nuestras mentes sólo está el Aleluya de Handel que escucharemos al llegar.

Muy bien escoltadas cruzamos Colmenar para dirigirnos hacia el polideportivo que nos dio la salida el día anterior. Cruzamos una calle y otra y otra más hasta que vemos el polideportivo, Cristina y yo nos damos la mano y entre lágrimas comenzamos a correr, ahora sí lo hemos conseguido, entramos en la zona de meta al tiempo que oíamos el Aleluya de Handel, rompemos la cinta de meta y nos unimos en un silencioso pero emotivo abrazo que encierra toda una experiencia que ha durado poco más de 20 horas.
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