Efectivamente la conocí, fue el pasado 18 de abril en Barcelona. Coincidimos en la Cursa Bombers, los cajones de salida juntaban a las mejores marcas con los profesionales y tuve la oportunidad de correr los 10 kilómetros más bonitos de mi vida. Bonitos porque de tacada borraba de mi lista de sueños 2 situados en la parte más alta de mi lista, corría por Barcelona y lo hacia junto a uno de mis ídolos.
Durante muchos metros no me atreví a hablar con ella, me infundía mucho respeto, no quería molestar al coraje rubio con cinta rosa, al modelo por el que muchos nos hemos animado a correr días que no ayudaban, a esa atleta capaz de hacer vibrar a todo el país con sus victorias e incluso con sus derrotas.
Mis primeras palabras fueron de ánimo, brillante estupidez, no los necesitaba, iba sobrada, sonriendo todo el rato, saludando a la concurrencia y disfrutando de la posición que sus éxitos la había concedido. Las siguientes las recibí yo, me estaba animando, la campeonísima me estaba animando! Llevábamos 3 kilómetros juntos y parecía que había asumido que no me pensaba despegar de ella durante todo el tiempo que la carrera me lo permitiera.
Durante 10 kilómetros sentí que todos los esfuerzos que había hecho durante mucho tiempo, todos esos entrenamientos, ese frío, esa lluvia, esos parques, esas series, habían merecido la pena porque nadie me iba a poder borrar ese momento, el momento en el que corrí con mi ídolo.
Ayer, ese ídolo me falló.
Para una atleta y, además, acérrimo seguidor del atletismo, lo que sucedió ayer no fue más que una dentellada al espíritu, una puñalada trapera, una desilusión más que me lleva a reflexionar sobre el deporte de élite, sobre los valores que alimentan a nuestro deporte y sobre el abismo que se abre cada vez que uno de estos casos sacude la conciencia colectiva. La lacra del doping nos hace daño a todos, pero en especial a nosotros, esos deportistas de base que aspiramos a crecer dentro de nuestro deporte, a los que nos gusta correr de verdad, a los que nos gustan las carreras y a los que no nos gusta que nos cuestionen como deportistas por culpa de todas estas personas que no hacen más que frenarnos con sucias estratagemas que afean todos los aspectos bonitos que tiene la actividad física.
Si el deporte de élite nos pone, también, zancadillas, contamos ya con la poca colaboración de instituciones, ayuntamientos, conductores, incívicos en general, vamos a tener muy pocas oportunidades de disfrutar plenamente de nuestro atletismo.
Después de todas las sensaciones negativas que me rondaron ayer, mientras se sucedían las noticias relacionadas con el escabroso caso de trafico de productos dopantes que sacude a todas las instancias de nuestro atletismo de élite, pensé en nosotros.
Pensé en que el verdadero espíritu del atletismo somos nosotros. Somos nosotros los que a pesar de contar con medios limitados, a pesar de no estar mimados por ninguna instancia, a pesar de tener muchos quehaceres realmente importantes, a pesar de todos los reveses que nos depara la vida, nos calzamos las zapatillas con el único fin de hacer deporte, de luchar contra nosotros mismos, de demostrar que el atletismo es un cúmulo de valores que nos hacen física y psicológicamente más fuertes. Somos nosotros los que demostramos que el deporte es salud, es emoción, es compañerismo, es esfuerzo y sacrificio.
Ayer, después de 20 días sin entrenar decidí volver a correr, me empujó una mezcla de rabia y de necesidad de demostrar de que el deporte está por encima de escándalos, federaciones y dopings, de demostrar que nosotros somos el deporte.
Os animo a que no os desaniméis ante nada, que sigamos demostrando que, aunque parezca que la balanza siempre se vuelca hacia el lado negativo, somos nosotros quienes sustentamos el deporte, nuestro deporte, el atletismo, gracias a esos principios y valores que, a día de hoy, muchos han parecido olvidar.
Eduardo Plasencia
Atleta del Club de Atletismo Leganés{jcomments on}
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